INTRODUCCIÓN

 

En una y clásica interpretación de la historia, que compartimos  in totum  bien podemos decir con Miguel de Cervantes “historia émula del tiempo, deposito de las acciones, testigo de lo pasado y lo presente, advertencia de lo porvenir” (El Quijote XL).

Tal como ya hemos señalado anteriormente, la historia es el estudio y el relato de los acontecimientos pasados de  que nos valemos para entender el presente y, si cabe, para intentar sospechar lo futuro. En principio sólo puede hacerse mediante dos tipos de datos: informaciones de testigos y noticias de documentos.

Para la elaboración de este libro de historia nos hemos podido valer –felizmente-¡ de estas dos  categorías  de fuentes. A saber: En primer lugar  las “informaciones de los testigos” se corresponden con los relatos de la doctrina peronista, obra de gobierno y posterior caída  de Perón que me transmitiera en primer lugar mi padre, Dr. Alberto Biagosch,  posteriormente dos grandes maestros  y amigos, los Dres. Felipe y Alberto González Arzac. Con el paso del tiempo  tuve el privilegio de conocer a grandes historiadores y hombres de  la política  argentina, tal como hemos señalado en el punto anterior. Pero además de ellos, quiero destacar el enorme privilegio que me ha deparado la vida en los últimos  diez años de poder conocer -y repasar  los más importantes hechos   históricos del peronismo y de la revolución  libertadora-  a quienes desde siempre he considerado  como “verdaderos  próceres del peronismo” y de la resistencia peronista  como lo fue y  felizmente continúan siéndolo el Dr. Enrique Oliva, Carlos Ponce,  Porfirio Calderón, Manuel Gallardo, Natalio Acher,  José Notaro y algunos más.

Las “noticias de documentos” a las que se refiere Toynbee como fuente de estudio de la historia, el lector habrá de apreciar que en este libro están representadas por todas y cada una de las citas bibliográficas que –además de haberlas  mencionado en el punto anterior- a lo largo de la obra  hemos efectuado.

Aún así, como señala Arnold Toynbee al inicio de su monumental obra -cuya lectura también me aconsejara desde chico  mi padre-  en cualquiera época de cualquiera sociedad el estudio de la historia, tal como las demás actividades sociales, está gobernado por las tendencias dominantes del tiempo y el lugar. A efectos de resaltar la relatividad del pensamiento histórico, Toynbee cita en el comienzo de su obra, aquél texto atribuido a Jenófanes: "Los etíopes dicen de sus dioses que son de nariz roma y tez oscura, y los tracios de los suyos que son de ojos azules y cabellos rojos. Si los bueyes y caballos tuvieran manos y quisieran dibujar o producir obras de arte como los hombres, los caballos dibujarían a sus dioses como caballos, y  los bueyes como bueyes, y esculpirían sus cuerpos divinos conforme al modelo de los suyos propios." 1

El interés filosófico por la naturaleza del saber histórico surgió en gran parte dentro de una corriente general de protesta contra la tendencia existente entre los seguidores de la Ilustración a considerar las ciencias naturales como paradigma de todo conocimiento verdadero. Incluso, para algunos de los primeros filósofos de la historia, la idea de que las categorías y modos de interpretación utilizados con tanto éxito en la investigación de la naturaleza física podían aplicarse con validez a los estudios humanos distaba de ser evidente. 2

La naturaleza de la historia y su objeto de estudio bien pueden ser analizados a partir de distintos elementos, o bien teniendo en cuenta variables consideraciones. Así, podrá hablarse de filosofía de la historia, de historia y ciencias sociales, de etnohistoria, de historia cultural, de historia social, de historia de las ideas, etc.

La filosofía de la historia, por ejemplo, es una expresión que hoy se usa referida a dos tipos de investigación totalmente distintos. Tradicionalmente se ha utilizado para designar los intentos de ofrecer una explicación o interpretación totalizadora del proceso histórico. En este sentido, las filosofías de la historia, se han  planteado siempre cuestiones tales como: ¿cuál es el sentido (significado o finalidad) de la historia? o, ¿Cuáles son las leyes fundamentales que rigen el cambio y el desarrollo históricos? Entre los principales exponentes de este tipo de teorías podemos citar a Vico, Herder, Hegel, Comte, Marx, Buckle, Spengler y -más recientemente- Arnold Toynbee y Pitrim Sorokin. Todos ellos comparten la creencia de que la historia presenta problemas que escapan a la atención de los historiadores ordinarios, cuya labor, limitada en gran parte a la investigación de determinadas áreas o sectores del pasado, no satisface la exigencia de una concepción intelectual o moralmente aceptable del curso de la historia "como un todo".

El historiador, como cualquier otro investigador de causas, no puede evitar acudir a  proposiciones generales que expresen uniformidades verificadas empíricamente; son éstas las que proporcionan el apoyo o justificación esencial que sus explicaciones requieren.

Hemos señalado anteriormente que  dado que la palabra concepto (del latín conceptus) es entendida como la idea que concibe  o forma el entendimiento, y si entendemos  a la palabra “definición” (del latín definitio) como la proposición o fórmula por medio de la cual se define un concepto, 3 corresponde hacer algunas referencias del  título de esta obra.

El diccionario de la Real Academia de Lengua Española al hablar del concepto de “ignominia”, destaca que el vocablo proviene del latín ignominia que significa afrenta pública. Esta lleva implícita una  ofensa que se realiza de manera pública y que por ello resulta visible por los integrantes de la comunidad.

También puede interpretarse como  una especie de mancha que atenta contra la dignidad de la civilización, y varias otras conceptualizaciones.

Independientemente de la acepción o definición que le demos o le asignemos al concepto, estamos indudablemente  ante  un hecho que supera la calificación de  disvalioso, reprochable, objetable, censurable, contrario al interés y al bienestar general,  injusto e –incluso- deleznable.

Todos estos calificativos quedan comprendidos dentro del vocablo de ignominia, porque fundamentalmente se trata de una afrenta colectiva contra el conjunto, es decir contra la comunidad  en su conjunto, la comunidad toda,  y esto la torna pública dentro de la misma. 

Es sufrida por todos y por ello el reproche y su consecuente rechazo contra la ignominia, será colectivo.

Esta es la explicación del rechazo  popular y del repudio de la  comunidad en forma prácticamente absoluta que tuvieron en su momento y mantienen al día de hoy las campañas que culminaron  en los derrocamientos y caídas  del Brigadier General Juan Manuel de Rosas en 1852 y del Tte. Peral. Juan Domingo Perón en 1955.

Estas ignominias paralelas tienen en común entre otras cosas la nefasta y repudiable  consecuencia de configurar verdaderos atentados contra el bien común, entendido dentro de la concepción aristotélico tomista como el bien de la comunidad en su conjunto y no como al suma de lo bienes individuales de sus integrantes. Llevan implícito, entonces,  la  característica esencial de ser actos contrarios  al interés y al bienestar general de la comunidad donde se producen; Es decir de la  Nación Argentina y del pueblo argentino!

De estas dos premisas lógicas surge entonces que todo hecho ignominioso o que lleve  y/o sea considerado como una ignominia, será contrario al bien común.

En este libro habremos de demostrar que el calificativo de verdaderas ignominias le cabe tanto a la mal llamada “Batalla de Caseros” como casi un siglo después a  la mal llamada “revolución libertadora”.

Maliciosamente llamadas así por la historia oficial, -en primer lugar- ,  porque el 3 de febrero de 1852 las tropas argentinas  pelearon con denuedo en los campos de Morón  y el nombre de “Caseros” se le impuso como nombre a la batalla para la historia oficial porque allí fue donde combatieron las tropas brasileras que así lo exigieron.

Y fue el Imperio del Brasil el verdadero triunfador  de esta batalla  frente a las tropas de la Confederación Argentina, que luego de la ignominiosa traición del nefasto  gobernador contrabandista  Justo José de Urquiza, cayeron derrotadas.

Es en este punto donde debemos -en honor a la verdad histórica objetiva !-dejar lo suficientemente aclarado  para las generaciones presentes y futuras de argentinos lo siguiente:

Es absolutamente falaz  la afirmación tantas  veces proclamada, escuchada y repetida por  los voceros de la historia  oficial  de que el Pronunciamiento de Urquiza y luego la batalla de Caseros obedecieron a un  proceso histórico político dirigido a derrocar a un tirano que solamente gobernaba con facultades extraordinarias la Confederación Argentina sin querer darle una organización  constitucional a la misma.

Falsa es esta interpretación que casi como un dogma nos han querido y han logrado imponer a partir de 1852 hasta la irrupción del movimiento y corriente  de interpretación revisionista de nuestra historia, por dos cuestiones fundamentales: Justo José de Urquiza  ya ha quedado en nuestra historia como el mayor  Traidor  que conocieron estas tierras, a punto tal de que siendo jefe del Ejército que habría de combatir  contra el Imperio del Brasil a quien se acaba de declarar la guerra, se da vuelta y con ese  ejército, sumado a las tropas imperiales del enemigo, es decir del Imperio del Brasil   y los mercenarios traídos y especialmente contratados, ataca a su propia Patria y derroca a Rosas.

Viene al caso recordar acá que por algo en el último círculo del Infierno del Dante, ubica a  los traidores y que en la Antigua Grecia el castigo mayor  era el destierro, sólo reservado para los “Traidores a la Polis”. Es decir para quienes  cometían traiciones políticas, como efectivamente fueron Caseros y La Libertadora.

Pero no sólo  la campaña  en su contra y posterior derrocamiento se hizo contra  Rosas visto como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, sino también como encargado de la representación externa de la Confederación Argentina.

Este imperdonable proceder del gran traidor de nuestra historia, agrava más aún su delictiva calificación objetiva cuando consideramos que  el gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza no sólo fue un traidor, sino que esta  vergüenza obedeció  a cuestiones fundamentalmente ligadas a su sus intereses económicos  fraudulentos con lo cual se desestima del todo la falsa visión de que se trataba de  un estadista de los orígenes de nuestro país. 4

Los negocios espurios de Urquiza fueron directamente  perjudicados  por la Ley de Aduanas de 1835 y por ello es que luego de su sanción siguió contrabandeando con el  sitio de Montevideo para poder seguir enriqueciéndose ilícitamente.

He aquí al  nefasto personaje de nuestra historia continuó su lucha contra quien le impedía o -cuanto menos-  perjudicaba o entorpecía sus delitos económicos en defensa de los intereses de la Confederación,  hasta que se alió  con el enemigo para derrocarlo.

Decimos que se sumaron al ejército argentino-brasilero gran cantidad de mercenarios de distintas nacionalidades como italianos, españoles, alemanes y de otras latitudes. La mayoría de ellos como simples mercenarios contratados  para cumplir el deleznable objetivo de luchar y matar al adversario  sin motivación ni causa alguna más allá del vil metal y obtener sumas de dinero a cambio.

Pero dentro  de todos ellos  hubo un mercenario de origen alemán  apellidado Bullrich que logró  quedarse en estas tierras después  de pelear en la batalla para la que había sido contratado o reclutado junto a otros mercenarios alemanes y,  gracias a las sumas de dinero recibidas,  logró afincarse en este suelo  y comenzar a relacionarse con la “gente decente” de la sociedad porteña y con el tiempo dar origen a una familia, mal supuesta como tradicional de nuestra sociedad.

Ello así dado que en realidad su fortuna tuvo un deshonroso y vergonzoso origen como lo tuvieron otras familias desde entonces  relacionadas con algunas otras ya afincadas en nuestro país desde hacía varias generaciones como la familia Anchorena,  primos de Don  Juan Manuel de Rosas.

Es decir que a Caseros debemos  -entre tantos otros males y situaciones nefastas para nuestra patria  que serán analizadas en distintos capítulos de este libro-, haber generado o dado origen a una  supuesta clase social  “decente” viciada ab initio por haber sido originada y fundada por contrabandistas, mercenarios y asesinos a sueldo!

Adelantándonos casi un siglo en nuestra historia, veremos como algo similar ocurrió a partir de golpe del 16 de septiembre de 1955 donde algunos inescrupulosos y  oportunistas encontraron una buena posibilidad de  ascender socialmente sobre la base de su  apoyo a las ideas liberales y del “gorilismo” que se impuso en la Argentina con la Revolución Libertadora, sobre la sangre de inocentes compañeros peronistas, perseguidos, fusilados y aniquilados a partir de entonces, solamente por ser peronistas o defender al gobierno constitucional de raíz nacional y popular como no había tenido nuestro país desde  la época de Rosas!.

Respecto a este gran interrogante histórico de las razones por las cuales el Presidente Teniente General Juan Domingo Perón, en ejercicio de sus facultades constitucionales legitimadas en 1946 e ininterrumpidamente en 1952,  y en su  calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas como lo establece la CN. no hizo uso legítimo de la fuerza para defender su gobierno de los  sediciosos, alguna vez  en el año 2009 conversando al respecto con  el Dr. Enrique Oliva en su calidad de socio fundador y primer Presidente de la “Asociación de la Resistencia peronista. RESISPER” me confesó lo siguiente: “…Estando con Perón junto a  John William Cooke en Panamá durante los primeros tiempos de su exilio el propio Oliva  le preguntó al General este tema y Perón con firme convicción  le contestó que “..de haber utilizado el ejército para  reprimir a los sediciosos, éstos hubieran  consumado  su amenaza de bombardear las costas y el Puerto de la  Ciudad de Buenos Aires con  las refinerías de petróleo como habían empezado a hacer en Mar de Plata y el pueblo todo se levantaría en armas ocasionando una cantidad de muertos cercana al millón de personas..”. Agregó a ello- según   relato de Enrique Oliva- que el él no sería nunca el causante del derramamiento de sangre de estas dimensiones al que estaban dispuestos “las bestias” que finalmente lo derrocaron en la República Argentina!  

Por lo tanto, bien podemos decir en honor a la verdad histórica objetiva- que otra de las deudas que la Nación  Argentina tiene para Juan Domingo Perón es haber evitado el derramamiento de sangre de un modo nunca visto en la historia  argentina y marchar al exilio como ofrenda de paz para todos los argentinos!

Clara manifestación del nefasto y viciado de nulidad ascenso social en 1955,  lo fueron los nefastos “comandos civiles”, quienes proclamando la caída de mal supuesto "régimen peronista”, en realidad se dedicaron a matar, torturar, violar mujeres  robar bienes personales como nunca hasta entonces se había dado en el siglo XX en la Argentina!

A lo largo de los siguientes capítulos se habrán de desarrollar las ideas y la línea argumental expuestas en esta Introducción.

 

1 Toynbee Arnold J - Hon. D. Litt. Oxon. Director de Estudios del Real Instituto de Asuntos Internacionales. Profesor de Investigaciones de Historia Internacional de la Universidad de Londres [con subvenciones de la Fundación Sir Daniel Stevensosn] ) en: "Estudio de la Historia", Volumen I.  Trad. de Jaime Perriaaux. EMECE EDITORES S.A.,  Buenos Aires, 1951, pág. 23 (Cita efectuada en Biagosch Facundo Alberto “Asociaciones Civiles” .Ed. Ad. Hoc. Bs. .As. 2000. pág. 45

2 Ver Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, pág. 410 y ss

3 Ver Biagosch Facundo Alberto en “Organizaciones No Gubernamentales”. Presentación de Felipe González Arzac.  Ed. Ad.  Hoc. Bs. As.  2004. pág. 44.

4 Por eso reitero, -tal como señalamos en páginas  anteriores- que hace algunos años  me tocó asistir en mi calidad de Inspector del Departamento  Asociaciones Civiles y Fundaciones de la Inspección General de Justicia  a una  asamblea de la “Academia Argentina de la Historia”. Hacia  el final del acto asambleario, el Presidente de la entidad, el Historiador Juan José Cresto, quien también por entonces  se desempeñaba como Director del Museo Histórico Nacional, me obsequio un libro dedicado sobre Urquiza editado por el Instituto Urquicista  de la Provincia e Entre Ríos y el Instituto Nacional Urquicista “para que conociera su  obra”. Fue entonces cuando después de agradecerle su gentileza, le advertí que en realidad yo no debía ni podía aceptar el gentil obsequio porque –en primer lugar- yo estaba cumpliendo con mis obligaciones que como Funcionario Público hacían a mi desempeño en aquella asamblea. Y en segundo lugar  le manifesté que yo claramente, mas bien me ubicaba ideológicamente en la  “vereda de enfrente”  ya que había leído, estudiado,  escuchado, conversado y consecuentemente aprendido  todos estos temas nada menos que con “Don Pepe” Rosa, tal como ha quedado relatado anteriormente en este libro.